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sábado, 30 de julio de 2011

...Prólogo...

Seguramente hubo un prólogo, digo seguramente porque quizás no fue probable. Habla, como de memoria y con lengua seca, habla ella, primero, escucha él, segunda, persiste en el ambiente un silencio de funeral, una tos inesperada, una puerta entreabierta, pero persiste ese silencio. Su mirada recorre la sala encontrando fotos que van siempre hasta el cuarto de invitados, evitados nuevamente por lo largo que fue el tiempo, o por lo costoso que fue decirle mirándole a los ojos: “hasta que la muerte nos separe”, justamente antes, repitiendo sí constantemente, como si fuera fácil, como si fuera elegible entre ser patria o capital, o ser tan solo provincia de fines de semana.

Una vez más, seguramente hubo un prólogo, escucha el, primero, habla ella, segunda, sentado entre la mesa, rejuntando el cenicero para que no se le escape ninguna colilla de tabaco, ninguna ceniza, ninguna cenicienta, escucha, mira una boca parpadeando, mira unos ojos fijamente mojados. Y recuerda, mira fotos, siente invierno, recuerda sus pies calentando esa parte diagonal de la cama post nupcial que antes se enfriaba sola, recuerda cerrar la puerta porque hace frío, recuerda la falda, los tacos de la primera cita, el sudor como de campaña de fin de semana, llena de mentiras de lunes a jueves porque los viernes justamente con ella no le tocaba, recuerda el clítoris, recuerda el cuerpo, recuerda el nombre y apellido, boca, tipo de sangre, democracia y estado de sitio.

“Adiós”, y regresó a la mesa, regresó a ese preciso instante antes de cerrar la puerta, y recordó que el corazón no recuerda ni olvida, sólo late, y punto.

Seguramente hubo un prólogo, pero nunca se escucharon.

jueves, 28 de julio de 2011

...Ligeramente descansado...

Es como irse de viaje, dejando abierta la puerta, el sombrero colgado.

Irse, es un sinónimo de volver.

Hasta que cunda el pánico.

Digamos, unos cuántos meses.

viernes, 15 de julio de 2011

...El Instante Detenido (Adoum)...

Cuando el marinero de Triana, con la boca entre las manos,
gritó: “¡Tierra a la vista!”, y el Almirante creyó terminada su
aventura,
el astrónomo que atisbaba muchos siglos la muerte de una
estrella,
el copista a punto de encontrar la página donde estaba extra-
viado su destino,
el geómetra que tiraba los dados por calcular la superficie
exacta de la tierra,
la niña de pie en un charco para intuir cómo alguien la vería
desde abajo,
el labriego cavando el surco con los dientes por sentir junto al
labio la semilla,
la muchacha levantando insistentemente su falda por ver si la mujer
había ya llegado,
el zagal atareado en el crepúsculo con una cría de oveja entre
los muslos,
el poeta atónito sin saber a dónde fueron las palabras que lo
abandonaron,
la costurera que guardaba sus lágrimas hilvanándolas en el
dobladillo de su saya,
el centinela que aspiraba a guardar la alcoba de la reina porque
soñar no basta,
la tornera buscando en las sobras sílabas de conversación para
no pasar la vida sola,
el confesor a punto de envidiar la culpa de pecados que otros
le inventaban,
el soldado codicioso a cuya lujuria territorial el Papa proveía,
la tejedora que se disipaba en los ojos diseños como polvo,
como llanto, como hilachas,
el albañil frente a la pared donde había mezclado resbalones de
niño con caídas del alma,
el carcelero que no entendía por qué el preso quería salir
si afuera llovía,
la parturienta expiando con el alarido enorme la culpa de esa
cita,
el recién nacido que comenzaba a morir toda la vida contán-
dose los años,
el cirujano que con un trépano quería averiguar en quién pen-
saba su señora,
el jinete midiendo el tiempo que tardaba el relincho en llegar
al nuevo mundo
y el agorero que iba a predecir esa desdicha,
suspendieron de golpe lo que cada uno hacía,
mas cuando el capitán tras la bofetada hizo que aperrearan a la
moza india
por no dejarse persuadir de conocer otro varón que su marido,
retomaron sus ocupaciones habituales en el punto
en que aquella hazaña de mar las había interrumpido.

Jorge Enrique Adoum

miércoles, 13 de julio de 2011

...El Fragmento...


...Te homenajeo a tí, Jorge Enrique, por que aunque estemos todos los que estamos, aún nos faltan todos los que vivieron...


"...Tú también, bruto, hijo mío que pretendías la verdad, te dejaste arrastrar por la literatura, que es todo lo contrario, y caiste en la trampa de la ternura, de la supuesta inocencia, del consabido asombrado-descubrimiento-de-la​s-cosas que el autor quiere encontrar a contracorriente en el niño que fue..."
Entre Marx y una Mujer Desnuda -Jorge Enrique Adoum

martes, 5 de julio de 2011

...Calandra...


Yó, vengo a escribirte Calandra...

Próximamente