jueves, 5 de julio de 2012
...En-Tren...
Sin dejarme para mañana lo que podría hacerle ahora, respirarle cerca de la aurora que anticipa la mañana con el gota a gota de ese rocío que despierta a las palomas en la ciudad de cemento donde vine estarme.
Y me desperté, quién sabe dónde, a quién le importa, ya son las seis y ella anuncia estupefacta mi presencia, sin la costumbre que le suele ver a un hombre infantil desmembrando sus senos con caricias suyas, made in él, diestro, inquieto, con el acento norteño que llevaba bajo el brazo una noche de febrero cuando se fue de su tierra, sin querer queriendo.
Y suena, como de costumbre, esa musiquita que anticipa el horario, ya es hora de irse, a bañarse, cada uno separado, como si no supieran lo que hicieron, embobados por el cuerpo que los acompaña hasta el tren, dale que llegamos tarde, a dónde?, a buscar el pan de cada día porque es mejor buscarlo que pedirlo todo el día en una in-santa misa.
Y llegando moribundos, luego de una cita con la plebe y la realeza, encriptados en un vagón rancio sin ganas de moverse, al palacio de los honorarios miserables, caras largas, caras van, ojos no sabemos, pero él se queda estancado en su mirada, como marinero que busca tierra, sin capitán y sin carabela.
La mira, le recuerda que a la noche, a esa misma hora, se harán el amor desquitándose del hambre, revolviendo entre las sábanas carne, hueso, esperma, ropa mal puesta.
Y ya, divididos y multiplicados, se duermen hasta mañana, esperando que la musiquita los reencuentre, y que comience la faena...
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