Las entradas sin salidas, las victorias sin partidas, así estamos previo a un duelo sin muerto ni asesino, sin culpables ni inocentes, porque entre tantos residentes y entre los pocos visitantes, quedamos tú conmigo de testigos, como cómplices de vino tinto, amargos por afuera, añejos por adentro.
Demasiadas noches demasiadas, pocas nueces y grotescas las entrañas, así sentimos los sentidos y los pésames difuntos de un encuentro taciturno, que más que encuentro, y con poco disimulo, es un sueño de escalera, sin firmas ni contratos, sin quimeras, como socios de la soledad que nos espera.
Y cuando estemos frente a frente, con los crímenes a flor de nuestras sienes y los vestidos pernitentes bajo el amasijo de cuerpos hirvientes, háblame y discúteme, que las únicas mudas que nos sabemos son las aches (¡y vaya al resto a saber como se escriben!) que dispuestos estaremos a susurrar a la hora de rehacer y deshacernos al amarnos.
Porque yo he querido, y rasgado las sombras del olvido y del recuerdo, que quisieras que querramos ser carne para sabernos a nuestros apetitos, porque somos malas compañías, somos buenos mentirosos, somos carne y hueso de pecado desbocado, porque entre los ojos que no miran huellas de un presente sin presentes, están los corazones que no saben si latir o temblar hirientemente.
Porque hemos sido cómplices y testigos de nuestra propia coartada, porque nuestro crimen nos querrá, cuando se le venga en gana. Y que el pecado para dos lo tomemos temprano a la mañana...
Demasiadas noches demasiadas, pocas nueces y grotescas las entrañas, así sentimos los sentidos y los pésames difuntos de un encuentro taciturno, que más que encuentro, y con poco disimulo, es un sueño de escalera, sin firmas ni contratos, sin quimeras, como socios de la soledad que nos espera.
Y cuando estemos frente a frente, con los crímenes a flor de nuestras sienes y los vestidos pernitentes bajo el amasijo de cuerpos hirvientes, háblame y discúteme, que las únicas mudas que nos sabemos son las aches (¡y vaya al resto a saber como se escriben!) que dispuestos estaremos a susurrar a la hora de rehacer y deshacernos al amarnos.
Porque yo he querido, y rasgado las sombras del olvido y del recuerdo, que quisieras que querramos ser carne para sabernos a nuestros apetitos, porque somos malas compañías, somos buenos mentirosos, somos carne y hueso de pecado desbocado, porque entre los ojos que no miran huellas de un presente sin presentes, están los corazones que no saben si latir o temblar hirientemente.
Porque hemos sido cómplices y testigos de nuestra propia coartada, porque nuestro crimen nos querrá, cuando se le venga en gana. Y que el pecado para dos lo tomemos temprano a la mañana...
"Pecados para Dos"