Yo no quiero aprenderme de tu letra, ni cantarte con mi voz de egoísta, yo no debo saber si de esta manera, te tendré hasta el fin de este día.
A este Zascandil de ocasión, enséñale el amor, a rehacerlo y deshacerlo a gusto y semejanza, pero no le pidas que se quede en tus caderas, pues si aprendió a querer de tí, mañana querrá de tu enseñanza en las pieles de otras damas.
A este principiante sin princesa, déjale irse por la puerta trasera, ensuciarse en el cariño barato de alguna Dama Juana Sabinera sin la necesidad de decirse quién ha sido, quién ha amado, pues entre tantos malos tratos y entre tanto vino amargo, solamente recordará que su antifaz de ser humano enfriará sus pies luego de habérsele olvidado entre las manzanas de mil sábanas, media docena de zapatos, unos bofetones y algunas medias tintas donde duermen los pecados.
Pues este cuerdo sin sombrero aún le debe esta costilla, aún no ha sido condena, aún no ha sido destierro, aún no ha caminado tanto. Y aunque juegue con las dudas y las cartas de alguna Judas por semana, aún le sobran las partidas con gusto a despedida, con escencia de ocasión.
Y al final, te contará de esto, secreto de todos como si nunca existió, argumentando en el balcón sin verbos en los labios, que los besos que no le haz dado y los que nunca se pidió, son los más exquisitos, para saciar su adicción.
Y este mismo aprendiz de tus pecados, será el último en besarte la boca pero el primero en quitarte la ropa, con la receta justa de tu enfermedad, con la pasión en la piel de mirarte nuevamente, y ser de tu manzana un perfecto pretendiente...
A este Zascandil de ocasión, enséñale el amor, a rehacerlo y deshacerlo a gusto y semejanza, pero no le pidas que se quede en tus caderas, pues si aprendió a querer de tí, mañana querrá de tu enseñanza en las pieles de otras damas.
A este principiante sin princesa, déjale irse por la puerta trasera, ensuciarse en el cariño barato de alguna Dama Juana Sabinera sin la necesidad de decirse quién ha sido, quién ha amado, pues entre tantos malos tratos y entre tanto vino amargo, solamente recordará que su antifaz de ser humano enfriará sus pies luego de habérsele olvidado entre las manzanas de mil sábanas, media docena de zapatos, unos bofetones y algunas medias tintas donde duermen los pecados.
Pues este cuerdo sin sombrero aún le debe esta costilla, aún no ha sido condena, aún no ha sido destierro, aún no ha caminado tanto. Y aunque juegue con las dudas y las cartas de alguna Judas por semana, aún le sobran las partidas con gusto a despedida, con escencia de ocasión.
Y al final, te contará de esto, secreto de todos como si nunca existió, argumentando en el balcón sin verbos en los labios, que los besos que no le haz dado y los que nunca se pidió, son los más exquisitos, para saciar su adicción.
Y este mismo aprendiz de tus pecados, será el último en besarte la boca pero el primero en quitarte la ropa, con la receta justa de tu enfermedad, con la pasión en la piel de mirarte nuevamente, y ser de tu manzana un perfecto pretendiente...
"Pecados para Dos"
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