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viernes, 15 de noviembre de 2013

...Los huesos y el café...

...Entre el tumulto, que queda después del mísero abandono de los cuerpos, queda el olor arrinconado en la esquina del cuarto del fondo, sobran las últimas prendas desvestidas añorando cuerpos calientes, faltan voces, se escuchan espantados los silencios, compartidos y alquilados.

Entre el bullicio de la ventana a medio cerrar se escuchan las voces de los invitados, los que están y los que sobran, los que dan el negro a la tarde gris tan gris que hasta al mismo sol, que sobrio y sin adornos, cobarde dormido se ha quedado.

Tu allí, buscando en los restos el resto del amor compartido, alquilado, lo que fuese, lo que fue y no fue, porque no quiso ser, medias tintas de un encuentro fugaz, sin papeles, sin retorno, sin vestiduras, sin marcas en la espalda, sin uñas, pero con dientes, con alientos entre/cortados por las voces, por los gritos enardecidos de un quizás nunca más probablemente, ajustados en los huesos.

Pesa la sábana y el hastío por no recordar, ni  intentarlo, talvés, la primera letra de aquel nombre, mucho menos el apellido suelto de soltera, pesa porque fue, allí mismo, donde firmaron la paz en plena guerra, pesa por que la ligereza de la sublime interacción no se ha de recordar, o sí, quizás, en un café, a media mañana, leyendo un libro que recuerde, cómo era, cómo fue, cómo habría sido, recordar lo que nunca había ¿sucedido?...

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