Y sentada estás, esperando que me fuera, que me fuera de tu timbre, de tu casa, de tu ventana, de tu adentro. Y Tumbado yo, como esperando que me fueras desde el timbre, desde mi casa, desde mi ventana, hacia mis adentros. Y es que cada uno, con su costumbre/incertidumbre, insertada en el vigésimo sexto sentido de la columna vertebral, diciéndose así mismo: "Quién aguanta hasta mañana"
Y me pregunté, mientras las amantes se envolvían en su costumbre, si fuese capaz de amar más que a la carne que viste hoy en día, que si sería permitible remendar lo que arrancó con sus mandíbulas. Y me pregunté qué día era.
Y Cómo irme de tí aunque ya sea jueves y ni las sábanas de éstas patas de madera que nos soportan dormidos en horizontal se sudan en nuestros cuerpos. Cómo irme de lo tuyo si lo que soy yó llegó a tí un día cualquiera. Cómo me olvido de tí , sinisiquiera sé si fuiste pecado o capital
Y Resulta que, hoy, aún me sigo contando las costillas, y saber si de repente, vuelves. Y resulta que no me falta ninguna, contando de arriba a abajo, de abajo a arriba. ¿Cómo sabré que existes si no me dueles?. Y de repente, vuelves, vuelves a mi piel, y en la vasija de tu cuerpo hirviente, a la maña siguiente, nos aguantaremos con tacto ajeno.
Duro, duro, así nos toca a los pobres poetas que estamos al servicio del amor...
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