expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

jueves, 7 de marzo de 2013

...Mayo...

Eran dos individuos rebuscados, rejuntados por la espuma de la orilla del pacífico norte, con piel idéntica, ojos caucásicos, cabello ligero, cuerpo, carne, sangre, savia, huesos y esos demases que cargamos con el tiempo.

Era ella una mujer esbelta, de las que uno nunca quisiera olvidarse, salvo que la memoria envejeciera o por más que cuesta arriba, en la lejanía de ese camino, se halle la mujer de la mujer de una amante insatisfecha sin marido, sin anillo y sin ganas de perder el tiempo.

Era el un hombre dramaturgo, inmoral, insensato, marido de una amante insatisfecha con anillo y sin ganas.

Y te quedaste sin gobernante, sin pueblo, sin miseria ni moneda, débil como ese dramaturgo que termina de repente entre las piernas de la india pidiéndole disculpas a dios, así te quedaste, con la sensación de contener a esa hambruna, con el breve detrimento de tus años. Y qué hora es le preguntaste mientras se apretujaba las botas casi resbalando en la porcelana.

Eran dos individuos que se encontraron aquel martes de aquel abril de aquel año, cada cual de regreso a su "welcome" para limpiarse las heridas con limón y manzanilla.

A eso de las seis, un día de mayo, se olvidaron mutuamente, por los siglos de los siglos.


Alicia en el País del Espantapájaro

No hay comentarios:

Publicar un comentario