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domingo, 22 de agosto de 2010

...El Escritor y sus renglones Torcidos...

La Derrota de Victoria (Parte última- La noche de los Miserables)


Venganza, venganza reclaman aquellos primeros, los segundos, los penúltimos, los últimos, yo.

No pretendo perder el paso, la magia y la alegría se derrumbó, nos han tildado de injusta desgracia, desterraron nuestras ansias de conquista, esquivaron las palabras, dejándonos en el límite de una venganza, de hambre, mas no de gloria.

Somos los Miserables, el sol ha descansado, la Luna tomó su lugar preciso, la lluvia acompaña el galope de campaña.

Llegamos al límite de las Edades, la luz de la alcoba de Victoria titila a gusto de provocación. Los primeros, los segundos, los penúltimos, los últimos y yo, hemos tomado posesión y posición delntro del castillo, derribamos puertas, el olor de mujer dirige nuestra causa hacia la torre más alta, el aroma nos inspira venganza, ya no somos seres humanos.

Victoria, sentada esperando con su cuerpo desnudo a flor de piel, su perfecta mirada, manos sobre las cartas y varios recuerdos de sus hazañas, de nuestras derrotas. De pie se ha puesto, desnuda frente a todos nosotros, unos cuantos más y unos cuantos menos.

Caníbales!, que hasta desdentados hemos quedado, que su sangre corre en nuestros labios, en nuestra precisa aberración a la perfección. Y tan abusos hemos sido que su mirada intacta se ha quedado, ahora nunca sabremos, si de victoria o de derrota nos hemos alimentado.

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No tengo culpa desde el encierro en esta pálida habitación llena de blancos colores que no dicen nada ni acerca de mí, la duda que acecha mi memoria desde aquella vez es saber si ella nos esperaba, si al perecer en cuerpo su mirada intacta nos desgarró todo, nos quitó el gusto de una victoria, justo cuando habíamos ganado.


...El Escritor y sus renglones Torcidos...

La Derrota de Victoria
(Parte Entre-Primera)

Resulta que mi nombre no es adecuado para comenzar, mas si el lugar y la situación. Sucede a veces que recuerdas lo que haz vivido, hace ya muchos y muchos años.

Viví cerca de lo que hoy es Luxemburgo, fui el vigésimo sexto Arlequín de un Rey mal trecho por el tiempo, por la edad, por vaya uno a saber qué, pero siempre mal trecho.

Como era costumbre en el pueblo de Damís, los hijos de quienes accedían a la corona casi siempre eran aguerridos príncipes que vigilaban y degustaban destellar sus espadas ante dragones y brujos, con la intención de salvar damiselas, claro, eso sí, eran historias tan increíblemente creíbles, que ninguno se atrevía a preguntar si éstos existían. ¡Yo nunca vi uno!.

Cerca del límite de las Edades, existía el mito de Victoria, una princesa mal amada y viviente en su desgracia, que dejaba en ridículo a cada príncipe que quisiese rescatarla, su ego de mujer tan grande era que se atrevió a descarnar al brujo que la encerró en tal morada, sólo por el hecho de que a ella le parecía incorrecto y de mal gusto.

El mito, cada vez más grande, tomaba realidad, la decepción de "los miserables" había llegado a mi puerta. Visité el límite de las Edades, conocí a Victoria, fui rechazado, fui un miserable más.

Mañana cuando el sol se haya cansado y la Luna se haya vestido de amante perfecta, la noche de los miserables habrá comenzado.

Por tanto, es todo lo que recuerdo de este recuerdo vivido, encarnado ante mi propia presencia en esta habitación, en esta memoria, en éstos rasgos.


domingo, 15 de agosto de 2010

...El Escritor y sus renglones Torcidos...

LA DESPEDIDA


Resulta que a mediados de los años, y en medio de mi exilio, quise sintetizar todo en algo especial, y conocí a la mujer del abandono, una de aquellas que resulta simple amar.

Como no estábamos de acuerdo en todo, o concordábamos con casi nada, decidimos amarnos en blanco y negro, sí, en blanco y negro, como un juego de ajedrez sin resultado perfecto, es decir, sin Jaque...mate.

Fuimos una suerte de apetito en medio de nuestra voraz hambruna, fue ella el cuerpo que yo tallé a mano cada media noche, y a la media tarde lo revolvía con la simplicidad del blanco y la astucia de lo negro.

Yo fui de ella la marioneta de su eco, y ella para mí fue la primera piedra de mi pecado animal, algo que en verano nunca resultó propicio.

Dónde están los restos de tus huesos, esa perfecta incoherencia entre la mitad mas uno de la costura de tu piel y los por menores abusos de mi vocablo? Los dejé colgados a las afueras para que sequen su ansiedad, y se largaron dejándome la puerta abierta.

Y así, de pronto, los colores tuvieron color, la despedida no fue un adiós, quizás fuimos un par de cuadrados con resultado negativo, pero al fin y al cabo un amor en blanco y negro.

Y quise escribirle una opereta, buscarla, sin embargo ya era muy tarde, y afuera llovía. Yo también me voy antes que se me haga más tarde, para así quedarnos tablas en la cama, en el ajedrez y en la ventana.


sábado, 14 de agosto de 2010

...El Escritor y sus renglones Torcidos...

TINTAS

No es que me haya cansado, pero me costaba creer en absolutamente algo, y me había saturado de tantas "había una vez" y "vivieron muy felices". Quise de modo cordial conmigo mismo separarme, y me perdí siendo vecino.

Es creíble que pueda creer en lo increíble, es más, y no mucho menos, dejé mi cuerpo para verme cómo me mira el resto. Sin ir más lejos de la esquina de la siguiente cuadra no encontré mejor excusa que presentarme a mi mismo. Después de tan creíble acierto nunca nos volvimos a ver.

Varios años después derramé tintas en vano conquistando de a poco a mis perversas traiciones, regresé a mi pueblo para mirarme de nuevo y me sorprendió debajo de mi puerta una invitación al funeral del nombre de quien yo había sido años atrás.

Pero el hecho de que él se muriera (yo mismo) antes que yo (él mismo) no significa que yo esté muerto, si he sido el primero en visitarme en desentierro, y en dejar los espejos por supuesto, y le he escrito a su mujer con esta tinta, y ella me ha traicionado conmigo sin darse cuenta. La voz se me seca y de a poco a ella se le va mi pena.

Y como había una vez, esta vez, por única vez, no miré entre espejos el rostro ajeno que no me pertenece, ni miré a los ojos de la amada que robé en el funeral de mi cuerpo a tierra. Y para colmo nunca supe quién de los dos era mas viejo.


viernes, 13 de agosto de 2010

... Las Medias de Verónica ...

Es como un juego de ajedrez, el peón sólo debe ir para adelante y atacar en diagonal con la misión más tétrica de doble filo: matar y defender al rey; Así es tu soledad Verónica, sentada frente a la ventana que te vio crecer, con el llanto en el manto de tu piel, y por encima de tu cuerpo tallado a mano respira el leve sentimiento de "no saber distinguir el amor de cualquier sentimiento".

En los pequeños círculos que comparten tus despertares, en la espera de una ceguera muerta de envidia, ahí estás, sentada, desnuda, desamada, desenamorada, sola como cualquiera, hermosa como ninguna.

Y yo, debajo de la ventana, hablando con nadie, esperando llenar el ataúd con todo menos con mi vida, quizás siendo así, queriendo morir en el anonimato de tu vocablo, entre tus malas palabras y tus buenos recuerdos hacerme de fama para que te olvides de mí a las nueve de un nueve del nueve, y que a la noche cuando asientes en tus sábanas el reproche de tu soledad, me busques sin saber quién soy, sin querer quién eres.

...Puerta a puerta, ventana a ventana, las habladurías de los domingos entre vecinos y peatones, en el mercado de frutos las carnes, en los bares dormidos los somñolientos visitantes, en balcón siguiente amanecen tus rasgos, y bajo una sombra antónima, con lo que quede de ti, yo...

...Y mañana, será lunes... Y pasado, ninguno...

jueves, 5 de agosto de 2010

... Punto Exacto...

Si me esperas, perderé tu encanto
Si me olvidas, no sabré ni cómo ni cuánto
Sin traiciones, no tendrás venganzas
Sin corazones, nos sobrarán adivinanzas

Cuando andes, no me digas con quién eres
Puede que pronto, valientes seamos los cobardes
Desde entonces, ámame bajo la luna
Si me temes, seremos contigo o ninguna

Puntos exactos, sueños entre tu gracia
Verdades pasadas, imaginantes de nuestra estancia
Bajo la luz de un blanco, ciegos, cuerdos y turbios
Cuando despiertes, seámonos tu, yo y punto

En silencio, el eco será culpable
En presente, el pasado será un instante
Entre tanto, rasgaré tus hombros
A tus pasos, perseguiré tus escombros

Puntos exactos, entre nadie tantos
Podemos ser pocos, sin embargo faltamos algunos
Si me miras, no habrá sueño en vano
Puntos exactos, entre tu y mis manos

lunes, 2 de agosto de 2010

...Objetos personales, Sujetos compartidos...

"Y si de algo trata, es muy probable que con el correr de los años su figura haya desmejorado, pero quién peor que yo para no saber notarlo, y aunque haya constado en algún retorno no pos fechado, debería admitirle que mis ojos ya no miran tanto, y que mi corazón de madero, de no temblar se anda muriendo. O quizás no digamos nada..."

Bitácora del Capitán

Tan largos se le habían hecho sus años, que ya no quedaba nada sobre sus sienes, tan corto se le había hecho el mar, que ya no necesitaba de alguna brújula para saberse perdido en cualquier lugar, tan solo se andaba con su soledad, que hasta sus soberbias compañías en la eterna mortalidad lo habían dejado, incluso sus sueños o su insomnio de realidad, pesaban tanto que ya no era capaz de llevárselos con el.

El despertar sobre el azul de su suelo, bajo el azul de su cielo, se le convirtió en una rutina de más de cincuenta años, lo que sí nunca cambió con el tiempo fueron aquellos pájaros negros sobre sus hombros, y su corazón de madero rústico capaz de no sentir ni razonar, capaz de no latir por miedo a vivir.

Su tripulación lo abandonó en el puerto del sur de sus pesadillas, esa misma tripulación que constó siempre de once aguerridos piratas, que temor daban con tan solo mirarlos, esos once que fueron para él su única bitácora una mañana de octubre abandonaron al capitán y a su barco, decidieron que mejor serían delincuentes comunes y corrientes para no perseguir más la lucidez de la locura de su eterno capitán, que por rústicos recuerdos de su ella, no volvió jamás a ser igual. Desde aquél jueves de octubre del año nosecuanto en el puerto nomeacuerdo, el capitán soñó con volver a esa tierra que lo quiso, que pudo haberlo olvidado, con la piel de su única patria, de la mujer a la que realmente habría amado y a la que cobardemente abandonó por las barbas de su mar, y sus bitácoras se fueron asemejando a un diario escrito para nadie con sabor a todo, con faltas de ortografía y sin signos de admiración, un diario en blanco, en el cual en la última página rasgada a la mitad descansaba alguna que otra palabra, y en medio de tantas lágrimas, el nombre de su amada por quien volvería a la mañana siguiente.

Pudo ser la sensación, de algún recuerdo, hechada por la borda, o tan solo el roce con algún Déjà vu venidero; Al fin y al cabo Magnolia ya no estaba más al final de sus coartadas, o al principio de sus juicios, en aquellos treinta y tantos de febrero que pasaron juntos sin decirse mas que nada, acortando su distancia con el juego de miradas, de aquellas citas bajo las faldas del beso francés, o las caminatas en el puerto de frutos muertos, llenos de vida. Era aquél sueño que últimamente se repetía que lo mantenía despierto, llegar a tierra firme y encontrársela deshojando sus girasoles, pero sabía con perfecta sensación que ella no lo esperaría, no se habían atado al compromiso por miedo a la costumbre, y en su escape, el capitán no habría prometido volver, así que si ella se encontraba en el puerto al día de su llegada, sería tan solo una coincidencia de esas que la vida no está tan segura, sobre todo cuando aún no ha sucedido.

Fue así como una mañana de diciembre el capitán arribó al puerto de Magnolia, tomó sus papeles húmedos y muertos y fue en búsqueda de ella; Sin embargo, había algo en su imaginario que no le permitía moverse de su dirección, fuese como si aquellos sucesos, inclusive la leve lluvia que mojaba su rostro, ya hubiesen ocurrido, y quizás tratando de restarle importancia a lo que estaba por venir siguió su rumbo sin temor a nada, solamente de que a diferencia de lo que suponía iba a pasar, ella no esté más entre los ellos y ellas. Pero no fue así, al llegar al borde de la montaña del "Sendero" la encontró sentada mirando al firmamento como la primera vez de su encuentro, su corazón tembló de miedo, sus miradas se cruzaron de avenida, se sorprendieron. Tanto esperó este momento que no pudo esperar más, pero Magnolia, no lo reconocería. Es como si su memoria la hubiese abandonado, dejando su inmortal belleza agotarse con los años, como si nunca fue el capitán de su puerto, como si él nunca hubiese sido él.

Los días pasaron, frente a la taberna descansaba por las mañanas su cuerpo entero, salvo sus ojos, el resto estaba muerto, no podía concebir que sus mejores recuerdos de a dos ahora solo le pertenecieran a uno, a él, y sin embargo él ya no era él, tan solo era un perfecto desconocido con más edad y menos dientes, y ella tan sólo pasaba los jueves por aquella taberna, pero cada intento era inútil, cada vez que deseaba acercársela el viento lo tumbaba de un golpe hacia el suelo, el cuerpo le era tan inútil como su voz y su eco, se sentía muerto en vida mucho antes de tiempo... Y así aprendió a olvidarla en la tierra, fue dejando que lo cercano lo vaya alejando, fue olvidando de a poco los retazos de la hermosura de Magnolia, fue olvidándose de que los jueves tenía una única oportunidad, fue dejando su sombrero en las bancas de la plaza Central, su bitácora a sus pies, su corazón a su merced... Magnolia había dejado de ser una cuenta pendiente, se había vuelto algo que nunca existió, un recuerdo pasado que se le hizo tan presente, que tan solo prefirió olvidar más tarde que de costumbre.

Y una mañana de marzo cuando la primavera daba indicios de ser ella, Magnolia rozó el hombro de aquél ser muerto en vida:

"Mi capitán, ha vuelto a este puerto, espero que no le moleste, he leído y releído su bitácora y por más que no quiera me he dado cuenta que soy yo a quien espera, si tan solo pudiera escucharme mi capitán, mi marinero, mi anónimo, lo espero bajo la falda del beso francés, para morirnos de nuevo... Que nuestro Déjà vu no tiene tiempo y espera por nosotros. Tan solo espero no haberme tardado mucho en recordar, y que usted se tarde en olvidarme. El firmamento por fin será nuestro, se lo prometo " - Magnolia.

Y sentado delante de sus antónimos anónimos, como un héroe asustado, apuntándole al corazón de su Juana del triunfo, sosteniéndole sus miserabales victorias, mientras ella rasgaba su sombra y al tono de ambos, el susurro dejó escuchar lo que nunca ellos se dijeron: "Que mi historia va sin hache, que mis pasos se han ido contigo..."