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sábado, 1 de mayo de 2010

... La Fogata ...

Agradecimiento especial a Itati Branca, por darme el lujo del detalle de su nombre, para poder terminar la primera parte de este cuento.


POPET

(PARTE PRIMERA)

No por donde empezar, si decir el falso “hola”, esas cuatro letras que esconden un millar de cuestiones y preguntas que ahora no sabría responderme, o comenzar atribuyéndote un “Querida Itati, dos puntos”. No, no, me sentiría muy infantil subrayando un adjetivo que mereces pero que no me corresponde hacértelo notar, y tan solo comenzaré por aquí, dejaré que llegues hasta el final, sin cuestionar.

Son ya seis semanas que llevo aquí, las cinco últimas el único sueño que mantuve despierto fue aquella noche trágica, hablo de mi último espectáculo en el circo de las marionetas[1], lo recuerdo perfectamente: Laiend se esmeraba por mantenerse de pie, yo cabalgando mi Telián con el mismo entusiasmo de siempre, la gente y los fantasmas que nos visitaban sonreían de gusto, y yo, era el más feliz del mundo. Fue de repente que todo se derrumbó, el fuego de grises, como nosotros, se despertó, no hubo lluvia ni luna que pudiese salvarnos. Corrí tan fuerte como pude para llegar hasta Laiend, pero fue inútil, su pañuelo blanco sobre sus ojos, sus manos temblorosas tan lentas que no las reconocía ni yo mismo, y su voz tan cansada, apagada, ¿puedes creerlo?, tan solo se apagó.

Y de repente, amanecí aquí, solamente vi tu hermosa amapola que rodeaba tu oreja izquierda, tu sonrisa de encanto, y claro, mis cuerdas en desacuerdo conmigo, te tendí una mano y tu las cortaste, por fin me sentía tan libre y despierto, pero nunca pude mencionarte una palabra. Como quisiera que todas las cuerdas que atan mi vida se hubiesen desprendido de mí ese mismo día, pero mis vocales no, ellas no. Te hablaba dentro de mí y tu solo sonreías, hay tanto que decirte.

Conocí tu nombre a gritos, “Itati, Itati, donde estás Itati”, fue el nombre más difícilmente hermoso para mí, la capicúa que me faltaba conocer, y despareciste, pero observé algo en ti, hasta que ahora puedo darme cuenta que eres un hada, el hada Itati, y que quien te buscaba por todo el bosque era tu mandrágora para comentarte que los preparativos de la fogata habrían comenzado, y que ustedes, las hadas, deberían viajar hasta las sierras para buscar los diamantes y las especias faltantes para la noche.

Quisiera decirte tantas cosas, enseñarte el valor que me falta para poder comentarte al oído que estoy enamorado de ti, y que repetir tu nombre en mis sueños alivian mis golpes, y que en cualquier momento, Popet lo repetirá hasta el cansancio, y no se callaría jamás, solo al verte sonreír.

Estoy esperando con ansias enseñarte mis cartas, mis manos sin ataduras, estoy esperando a la fogata, ese día podré poner las cartas sobre la mesa y sabrás que quiero estar enamorado de ti, un espectáculo más de mis casualidades, la más grande de todas.

Espero el día de la fogata, se que es lo mas importante y que todos aquí han hecho tanto para que sea el día perfecto, pero tengo miedo de esa fogata, no la temo por cobarde, la temo por mis sueños, no quiero estropear el origen de los colores.


Me enorgullece ser parte de todos, los árboles que nos relatan sus hazañas, las brujas y elfos que dominarán el cielo, los visitantes del nunca jamás que llegarán a este lugar, las hadas como tu, el ejército de luciérnagas que rodean nuestras fronteras, las sotas, los señores y sus acompañantes, las Ondinas que surcan los ríos, todos, y yo, el único en mi forma, “la marioneta muda”, como todos me llaman, y que compartimos algo en común, somos todos de matices grises, inventamos eso que se llaman los colores y deseamos tanto esa fogata para que todo adopte una forma distinta, tendremos blancos y azules, negros y verdes, violetas y muchos más. Y tu amapola será roja, tus ojos marrón transparentes, tus alas blancas de ensueño, tu vestido rosa, y tu rostro pálido y hermoso como Neuquén, mi capicúa natal.

Ese día tomaré el valor por los aires, recordaré por última vez mi tragedia, y te miraré a los ojos, diré tu nombre tres veces, y escucharás mi voz en ese atardecer de la noche donde simplemente lo fantástico estará más que presente, y nosotros los seres reales de este bosque tendremos colores, y yo la voz prudente para decirte lo que este corazón tanto siente.

"Carta número cincuenta. Con aprecio, Popet."



Trece de Enero del Dos Mil Diez



[1] http://espantapajaroliteratos.blogspot.com/2009/12/el-circo-de-las-marionetas.html


"De mis Obras incompLetas"

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